El espacio geográfico que ocupa nuestro término municipal dentro del contexto más amplio que supone el Valle del Guadalentín ha seguido una ocupación humana similar a lo largo del tiempo, desde las culturas más antiguas hasta la actualidad. Condicionado por la geografía del valle, este ha sido una importante ruta natural de paso desde la prehistoria que será el eje principal de comunicación hasta la actualidad.
Son escasos los restos aparecidos en nuestra Región pertenecientes al período Paleolítico (el más antiguo de la historia del hombre) y concretamente en nuestra zona no se ha podido confirmar aún la ocupación humana, dada la inexistencia de materiales que lo pruebe, en dicho período. No obstante, creemos posible que en cuevas o abrigos rocosos de las sierras de Espuña y Carrascoy puedan hallarse algunos vestigios de este VI milenio antes de Cristo.
En el IV milenio antes de Cristo, el sureste se nos presenta ya como un territorio árido y seco, en el que las lluvias son escasas, limitándose los recursos de agua a las áreas de mayor altura (sierras próximas). Estas circunstancias climáticas condicionan la existencia de diversos tipos de hábitats de cazadores y recolectores que habitaron cuevas y abrigos bien orientados, desde los poblados de altura, ubicados en cerros de fácil defensa y con recursos de agua (Cabezo Salaoso y Cerro del Castillo), hasta el asentamiento en zonas llanas, de carácter fijo o estacional, como sucede en las Ramblillas, en el margen, izquierdo del río Guadalentín. En general, en esta etapa eneolítica o Edad del Cobre (3000-1800 antes de Cristo) se da un tipo de poblamiento de núcleos dispersos que disponen de cabañas circulares cercanas a rios o ramblas, disponiendo en su entorno más próximo, de lo necesario para la supervivencia.
Los testimonios de este período en nuestra zona corresponden a los asentamientos ya citados del Cabezo Salaoso, Cerro del Castillo y Ramblillas, y están formados por fragmentos de cerámica hecha a mano, con pequeñas asas conocidas como "tetones", hachas de piedra pulida y molinos de mano, que ponen de manifiesto una actividad claramente agrícola. Dichos testimonios están relacionados con los aparecidos en zonas próximas, como Totana (Los Blanquizares, Las Cabezuelas, etc.), Lorca (Murviedro, Cerro de las Viñas, etc.). Dos cuevas localizadas en Sierra Espuña (Cueva del Caño Espuña y Cueva de la Pólvora) han ofrecido materiales de este período.
Si en la etapa anterior aparecen las primeras muestras de metal, es en la Edad del Bronce (1800-750 antes de Cristo) cuando aumenta su presencia en los yacimientos del término municipal de Alhama.
El emplazamiento de los poblados continúa realizándose en cerros fortificados, apareciendo algún asentamiento en zonas de llanura. Los aspectos económicos, se caracterizan por el desarrollo de la agricultura y la ganadería y la explotación de metales.
Los enterramientos, que en la etapa anterior eran colectivos, pasan a ser individuales y se realizan en el interior de las viviendas en urnas, cistas y en ocasiones, directamente en el suelo.
Las distribución de los yacimientos pone de manifiesto que las mayores aglomeraciones aparecen en los municipios de Lorca, Totana, Puerto Lumbreras, Águilas..., comunicando el Valle del Guadalentín con la costa.
En nuestro término municipal tenemos registrada la existencia de poblamiento en los asentamientos mencionados para le etapa anterior, con los mismos patrones de hábitat, a los que hay que añadir el Cabezo de los Moros, La Pita, el Cabezo del Azaraque y algunos hallazgos en el casco urbano de Alhama.
Entre los materiales recuperados tenemos abundante cerámica, molinos de mano de piedra y dos puntas de flecha de bronce, depositados todos ellos en el Museo Arqueológico de Murcia. Tanto los molinos como el hallazgo de un diente de hoz de sílex nos confirma la importancia del cereal en la agricultura de la zona.
En la etapa del Bronce Final (1000-750 antes de Cristo) se vuelve a la agricultura y la ganadería, como actividades principales, tras el agotamiento de los recursos minerales. Los yacimientos arqueológicos de nuestra zona, ya mencionados, ofrecen restos ponen de manifiesto la continuidad de su hábitat.
A partir del siglo VIII antes de Cristo las poblaciones locales del Bronce Final y el llamado Bronce Tardío inician un proceso de grandes transformaciones en los aspectos social, económico y cultural, que llevan, sin solución de continuidad, a la aparición de la Cultura Ibérica en la Península y cuyos pueblos se caracterizan por una serie de rasgos comunes definitorios como la lengua, el ritual funerario, formas de vida, comercio y gran organización social en tribus, regidas por un jefe denominado "Regulo". La utilización del torno de alfarero y el empleo masivo del hierro para la fabricación de sus útiles son conocidos por los hallazgos en sus poblados de casas rectangulares con suelos de tierra apisonada, zócalos de piedra con paredes de adobe y techumbre de madera y ramajes cubiertos de barro laguenoso y en sus enterramientos.
La Región de Murcia es uno de los núcleos importantes de poblamiento de esta cultura. Prueba de ello son los grandes conjuntos de Santa Catalina (Verdolay), el Cigarralejo (Mula) y Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla), constituidos por poblado, necrópolis y santuario.
En el término de Alhama no se ha excavado ningún poblado perteneciente a esta etapa y, por ello, nuestras referencias han de limitarse a los hallazgos cerámicos en superficie y excavaciones en el casco urbano que poco a poco van aportando un mayor conocimiento de este período. Si se han excavado en la Plaza Vieja una serie de cuatro tumbas que presentan el conocido ritual ibérico de las cenizas dentro de una urna depositadas en un hoyo o lóculus, directamente o en el interior de una urna, después de haber sido incinerado el cadáver en una pira funeraria. Este hallazgo nos indica la proximidad del poblado que generalmente se encuentra cercano a la necrópolis y que debe situarse en el Cerro del Castillo.
El primer resto conocido de la Cultura Ibérica en Alhama es el famoso Kalathos (vaso en forma de sombrero de copa) depositado en el Museo Arqueológico Nacional y cuyo lugar de aparición desconocemos. Este vaso forma parte de la vajilla ibérica que tiene unas características propias y definidas, como es la decoración pintada en color rojo vinoso y los motivos decorativos de tipo geométricos y figurativo.
En 1989, tras las excavaciones realizadas en el antiguo Ayuntamiento, se recuperó otro Kalathos de cuerpo cilíndrico y cuello estrangulado que, junto con abundantes fragmentos de platos, vasos globulares y urnas, confirma la existencia de un poblamiento ibérico importante en el Cerro del Castillo y sus laderas, con una cronología que abarcaría los siglos VI al III a.C.
Los contactos comerciales entre los pueblos de la zona y el resto del Mediterráneo son cada vez más importantes. Prueba de ello son los hallazgos de cerámica ática (procedentes de Grecia) que aparecen junto a los materiales autóctonos, como ha podido documentarse en diversos yacimientos (Cerro del Castillo, La Pita, Cabezo del Murtal, El Puntal y en el casco urbano de Alhama). La aparición de cerámica ibéricas en el solar de los Baños Romanos nos plantea el que estas aguas salutíferas fueran conocidas y aprovechadas por estos pobladores ibéricos ya desde el siglo IV a.C. En posteriores estudios tal vez se puedan relacionar las cerámicas con estructuras de poblamientos y así verificar dicho aprovechamiento de aguas.
Por último, y como prueba de la importancia del poblamiento ibérico de Alhama, resaltar la aparición de cerámicas de importación de gran lujo, procedentes de talleres griegos y romanos, entre las cuales podemos citar una copa de Gnathia (taller de Italia meridional), hallada en las excavaciones del antiguo Ayuntamiento, con decoración pintada a mano, cuyo motivo principal representa una paloma rodeada de espirales, de color blanco sobre fondo de barniz negro, que podemos datar entre los años 360 y 270 a.C.
En el año 213 a.C. los romanos conquistan Cartagena, hasta entonces bajo dominio cartaginés, lo que va a crear un nuevo orden político en la Península que implicará la progresiva adaptación del mundo ibérico a los cambios que trae consigo la romanización y no será hasta época de Augusto cuando podemos considerar a las poblaciones ibéricas, totalmente integradas en el orden romano. La cultura ibérica va desapareciendo paulatinamente y con ella los poblados tradicionales en cerros defensivos, dando paso a las "villae rusticae", grandes casas de campo que serán el centro del nuevo sistema de explotación agrícola en el territorio.