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Barrancos de Gebas

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Barrancos de Gebas

Paisaje Protegido Barrancos de Gebas, el encanto de la aridez

Uno de los rasgos más visibles de los paisajes murcianos, y particularmente de las cuencas rellenas de materiales blandos (… Algeciras…) son las marcas profundas que imprimen los fenómenos erosivos semiáridos. El abarrancamiento es el proceso de erosión vertical y de modelado más importante de estas tierras: regatos, surcos, cárcavas, barrancos y ramblas entallan y desmantelan vigorosamente los suelos de las vertientes desprovistas de vegetación.

Francisco López Bermúdez
Geografía de la Región de Murcia
1986

El paisaje de las mil formas

Los Barrancos de Gebas son el espacio natural de las mil formas. Surcos, agujeros, barrancos pequeños, barrancos grandes, cañones, pináculos, cuñas y cárcavas. Una porción de terreno no se parece a la de al lado. Todas están quebradas acá y allá, pero con distintas direcciones, profundidades y, en ocasiones, hasta colores. Cuando estás en Gebas, parece que estás en otro planeta (o en un satélite, qué más da). Tal vez sea por eso que a este singular lugar se le llame el “paisaje lunar de Gebas”.

Los ingleses le denominan “bad-lands”, algo así como tierras malas o pobres. Aunque depende para qué son realmente malas o pobres. Desde luego, para cultivar hortalizas no son muy aptas que digamos. Pero para recrear uno de los procesos geomorfológicos más asociados a los paisajes áridos vienen “que ni pinta’as”.

Más aún, los Barrancos de Gebas son el contrapunto de los contrastes ambientales del municipio de Alhama y, con él, de todo el sureste español. Pocos lugares presentan tan cerca un denso bosque como el de Espuña, frente a un paisaje subdesértico como el de Gebas.

Gebas es también el lugar de los mil nombres (mil es una exageración, pero vale para que nos entendamos). Su topónimo se ha escrito como Gévar, Gébar, Jévar, Jébar y Jebas, hasta que el enfado de los vecinos hizo que se quedara en el que hoy definitivamente se emplea. Pero, ¿cuál fue el originario?

A estas alturas seguro que ya tendrás claro que lo de la denominación de Barrancos de Gebas viene dada tanto por su estructura geomorfológica como por encontrarse cerca del caserío de Gebas, núcleo rural situado en la zona norte del término municipal de Alhama, justo en el límite con el de Mula. Se trata de un espacio natural en el que las algo más de 2.000 hectáreas de superficie están encajadas entre tres sierras. Espuña, La Muela y El Cura, junto con el altiplano de Fuente Librilla, formaron millones de años atrás las "paredes" de una especie de cubeta cuyo fondo serían lo que hoy son las crestas de los Barrancos de Gebas.

Su principal drenaje lo tiene a través de la Rambla de Algeciras, uno de los más importantes afluentes de la margen izquierda del Guadalentín que tiene su origen en las cumbres de Espuña, donde se le llama Barranco de Valdelaparra.

Lo que, en suma, más caracteriza este lugar es su singular paisaje formado por innumerables cárcavas, barrancos, barranquizos y cañones, desprovistos casi por completo de cubierta vegetal y con un sustrato fácilmente erosionable. Entre todos ellos se aprecia un elemento dominante, las crestas y llanos superiores mantienen en general una cota homogénea, como intentando conservar lo que tuvo que ser el fondo de un tranquilo mar hasta hace 1’5 millones de años.

Margas y yesos surgidos de un antiguo fondo marino

Los materiales geológicos que constituyen este espacio natural son principalmente margas amarillentas, grises o azuladas, con intercalaciones de yeso y otras sales solubles. En la parte superior de estos sustratos las margas son sustituidas por calizas y areniscas, que se aprecian a simple vista por los cambios de color y textura. La escasa compactación de estos materiales hace que sean fácilmente transportables y, en consecuencia, la erosión modele con intensidad estos relieves.  

  

Del fondo del mar a la superficie terrestre.

Este "paisaje lunar" que son los Barrancos de Gebas es el resultado de millones de años de erosión de las inestables margas que lo componen. Formadas en el Tortoniense superior, es decir, hace unos 6 millones de años cuando el mar estaba a punto de retirarse definitivamente de estas zonas, son las principales responsables de un paisaje donde la erosión es su principal atractivo. En sus orígenes, hace unos 10 millones de años, los hoy Barrancos de Gebas aún eran un fondo marino tranquilo, encerrado entre las Sierras de Espuña, La Muela y El Cura, las cuales formaban, junto con otras sierras de la Región, un gran archipiélago de islas. 4 millones de años después la conexión entre el Atlántico y el Mediterráneo se cerró, comenzando así la paulatina desecación de nuestro pequeño mar. Como consecuencia precipitaron grandes cantidades de yeso y sal. Los agentes atmosféricos transportaban desde Sierra Espuña hasta Gebas grandes cantidades de gravas, arenas y arcillas de colores rojizos que iban cubriendo esa vasta llanura ligeramente ondulada y de materiales sedimentarios poco cementados. Hace unos 4.000 años el clima de la zona se volvió más árido, con numerosos episodios de lluvias torrenciales. Ello, a la par que la primera colonización humana de estos territorios, comenzó a trazar una tímida red de drenaje, primero mediante regatos y surcos. La fragilidad del material y las abundantes trombas de agua fueron profundizando en el terreno, convirtiendo surcos en cárcavas y galerías, extendiéndose los fenómenos de desprendimiento y deslizamiento de materiales. La erosión ya no era sólo descendente, sino también remontante, hacia la cabecera de los cauces. Con el paso de los siglos, el proceso de socavación aumentó, acelerado además por los abundantes aportes fluviales de las vertientes de Espuña y La Muela. Los barrancos fueron apareciendo y generalizándose y uno de ellos, continuación del Barranco de Valdelaparra, cuyos orígenes se sitúan en las cumbres del Parque, se convierte en un impresionante cañón: la Rambla de Algeciras.

Y es así cómo hoy innumerables surcos, cárcavas, pináculos, barranquizos y cañones abundan por doquier, a menudo desprovistos de cubierta vegetal, creando un escenario árido donde gran número de plantas han conseguido desarrollar mecanismos de adaptación a este ambiente.


Flora adaptada a la aridez y salinidad

Aunque este lugar presente unas duras condiciones para el desarrollo de formas de vida, gran número de especies, tanto animales como vegetales, han conseguido desarrollar mecanismos de adaptación para colonizar estos hábitats. Es el caso de plantas como salao, garnacho, amaranto, uña de gato, escobilla, esparto, artemisia, romero y tomillo, además de algunas parásitas como el pijo de lobo. En el hondo de los barrancos más húmedos aparecen taray, baladre, junco, carrizo y caña común, y sobre algunas elevaciones próximas a la periferia del espacio se observan pino carrasco, espino negro, piteras, y algunas palmeras. Especial relevancia tienen las formaciones yesíferas (las de suelos con abundancia de yesos) de El Castellar y las Lomas del Yesar. Su vegetación incluye numerosos elementos característicos de este tipo de sales, como el ononis, la jarilla escamosa y otras.

Una fauna de extremos

Aún cuando la singularidad de este lugar no resida en su fauna no debemos ignorar que en él resulta fácil observar varias especies de reptiles, especialmente lagarto ocelado y culebra de escalera; de aves, sobre todo paseriformes y algunas esteparias, además de rapaces que desde Sierra Espuña o La Muela se desplazan hasta aquí en busca de comida, y mamíferos como zorro, conejo y liebre, erizo común, ratón de campo, etc. La cola del Embalse de Algeciras es buen lugar para observar aves acuáticas. Ahí hemos encontrado zampullín común, cormorán moñudo, cigüeñuela, garceta común y garza real entre otras especies.

Un modelo de desarrollo sostenible

Además, las condiciones ambientales de la zona significativamente influenciadas por la proximidad de Sierra Espuña, han hecho posible que en el sector oeste de los Barrancos se hayan desarrollado algunos núcleos rurales que durante años han mantenido una intensa actividad agropecuaria de pequeña escala, en la mayoría de los casos bien imbricada en el paisaje. Representa el uso tradicional y más ejemplificante de lo que hoy se entiende como desarrollo sostenible asociado a pequeños asentamientos humanos. Se trata, pues, de modelos agrícolas de pequeña extensión, con una arraigada cultura del aprovechamiento minimalista del agua, con unas variedades hortofrutícolas en muchos casos en vías de extinción dentro de las huertas tradicionales del sureste español y con un valor añadido, pues aportan una valiosa biodiversidad al conjunto territorial donde se insertan.

Más que un Paisaje Protegido

En abril de 1995, a la vez que se ampliaba el Parque Regional de Sierra Espuña, 1.875 hectáreas de los Barrancos de Gebas fueron declaradas como Paisaje Protegido. La singularidad de este paraje y la presencia de un conjunto de hábitats merecedores de protección justificaron el otorgamiento de esa figura legal. El Plan General Municipal de Ordenación (PGMO) de Alhama declara la parte de los Barrancos integrada en su término municipal (la mayor parte del Paisaje Protegido) como suelo no urbanizable de protección específica (SNUPE).

 

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