Tanto el Cerro del Castillo como las zonas aledañas que le rodean presentan una topografía idónea para la ocupación humana desde la prehistoria. Si además, en la ladera este del Cerro, sobre la falla tectónica, brotaba un manantial de aguas minero-medicinales con un aprovechamiento desde época antigua, se justifica el incipiente urbanismo de época ibérica y sobre todo a partir del siglo I d.C., durante la romanización del territorio. La evolución urbana de esta zona a través de los siglos daría lugar al llamado Barrio del Centro. 

Tanto las edificaciones de época romana como del periodo medieval, constatadas a través de las excavaciones arqueológicas, han sido el origen del urbanismo de esta zona, que ha tenido el conjunto termal como elemento aglutinador del desarrollo urbano. Las características geográficas de la llamada hoya de San Lázaro, de la huerta alrededor del camino hacia Mula o de la rambla de Don Diego y de San Roque por el oeste y por el sur, parecen definir su contorno, cuyo crecimiento se observa en el callejero a través con un sistema de calles que, con trazado radial desde la Plaza Vieja, se van ampliando a lo largo de los siglos hacia sus límites naturales. 

En general, los edificios y construcciones más antiguas se han conservado en este Barrio: La Iglesia, El Pósito, Casa de la Tercia, el Ayuntamiento, Fuente del Caño, junto con numerosas viviendas de cierta entidad, fueron dando lugar al barrio que se denomina hasta el siglo XX como Barrio del Centro.