Rambla Celada
Resulta curioso pensar que el nombre de esta rambla, Celada, puede que tenga que ver con la idea de lugar oculto o encubierto que define la Real Academia para esta palabra. En cierto modo, puede que sea cierto, pues este importante canal natural de desagüe de sierra Espuña se presenta como una singular hendidura a lo largo y ancho de un paraje relativamente llano, una combinación de final suave de aquella montaña y de llanura de inundación ya en el valle del Guadalentín. Así sucede principalmente desde el momento en que esta rambla rebasa el canal del Trasvase Tajo-Segura y recorre el paraje de los Aramillejos hasta morir en mitad del valle. Se torna en un paraje resguardado, aunque no por ello siempre cuidado, pues a lo largo de los años ha sido utilizado como proveedor de cañas y otras plantas, vertedero de escombros, basura y restos de poda o incluso como cantera para la extracción de áridos.
Rambla Celada tiene su origen en la ladera sur del cabezo de los Fontanares a unos 690 metros de altitud, en término de Totana. Desde allí desciende como un potente torrente de fuerte pendiente que recibe las aguas de otros barrancos, como los de Cancarí o el de Huerta Seca, hasta que por el citado paraje de los Aramillejos pasa bajo el Trasvase, ya convertido en una auténtica rambla. Tras unos 4,6 km de recorrido entra en el término municipal de Alhama y, ya en una suave penillanura, se le van sumando las potentes ramblas de Cordones y Campix, hasta que a la altura de Los Tejares su predominante dirección oeste-este da un giro de casi 90º y se orienta hacia el sur. Atraviesa entonces bajo la antigua carretera nacional N-340 y la vía del tren, pasa sobre el camino de Las Flotas y por fin, tras 11,8 km de recorrido total, muere a la altura del paraje de Las Filomenas en la llanura de inundación del valle del Guadalentín a unos 170 metros de altitud.
Pero no siempre fue así. Hoy los jóvenes lo desconocen y pocos de los más mayores lo recuerdan, pero la rambla Celada tenía una conexión directa con el río Guadalentín a través de la rambla de las Salinas. Justo en ese paraje de Las Filomenas la Celada, ya difusa sobre la llanura, entraba rápidamente en contacto con una gran zona de encharcamientos temporales y ramblizos que distribuían las aguas de escorrentía hacia el ramal izquierdo de la rambla de las Salinas. Desde ahí, atravesando el paraje de los Dos Ríos, desembocaban en el Guadalentín. Esa zona de transición entre la Celada y Las Salinas se conocía entonces como el Granadico y en la actualidad tiene este Ayuntamiento la propiedad de dos fincas de interés ambiental.
Por último, rambla Celada tiene un protagonismo especial en materia de conservación de la biodiversidad, especialmente la faunística. Como sucede con otras ramblas, esta sirve de corredor ecológico entre sierra Espuña y el valle del Guadalentín. Pero además, su parte baja alberga una de las más interesante poblaciones de tejón (Meles meles). En diversos puntos de su trazado, sobre sus terrosos taludes, algunos clanes familiares de esta especie han creado grandes tejoneras. De hábitos nocturnos, este curioso carnívoro adaptado también a comer algunos vegetales, utiliza este cauce no sólo para habitar sino también como vía de comunicación hacia sus lugares habituales de alimentación, tanto rambla arriba como rambla abajo. El alto índice de mortalidad por atropellos que sufrió durante la primera parte de la década de los 2000 justo en el punto de cruce entre la citada rambla y la carretera nacional N-340a fue la causa por la que el Grupo Scout “Valle de Leyva” y este Ayuntamiento pusieron en marcha el proyecto “Tejón”, una iniciativa encaminada a crear las condiciones adecuadas para evitar la pérdida de efectivos por este motivo. Acciones de voluntariado ambiental para la limpieza de la propia rambla, de las cunetas de la carretera, del puente bajo ella y, sobre todo, la señalización de un paso de fauna en junio de 2009 sirvieron (y siguen sirviendo) para contribuir a la conservación de la especie.
No cabe duda de que la simple rambla Celada esconde más valores de los que a primera vista uno observa cuando la cruza por la carretera o por alguno de los caminos rurales que la atraviesan.
Rambla de Algeciras
La rambla de Algeciras es una de las más largas de Alhama. Nace en lo más alto de sierra Espuña, allá en el lugar conocido como collado del Buitre, a 1.169 metros de altitud. En realidad desde su nacimiento se le conoce como barranco de Valdelaparra y con ese topónimo discurre por toda la zona norte de Espuña dentro del término municipal de Mula, hasta que en la “frontera” con el de Alhama, ya en la pedanía de El Berro, pasa a ser denominado como rambla de Algeciras. Y así abandona el Parque Regional de Sierra Espuña para adentrarse en el Paisaje Protegido de los Barrancos de Gebas, dando su nombre al embalse que los cubre. Bien, pues hasta aquí todos sus valores ambientales están casi totalmente inmersos en esos espacios naturales protegidos. Sin embargo, es a partir de la presa de Algeciras donde la rambla está como olvidada. Deja de ser el eje vertebrador de todos los barrancos de Gebas para ser una gran ignorada y, en algunos casos, hasta despreciada. De hecho, algunos de sus tramos han sido tradicionalmente utilizados como vertederos de escombros y residuos diversos. De este tramo es del que nos queremos ocupar en este espacio de “pequeños retazos de naturaleza. Para situarnos al fin estamos hablando de los aproximadamente 5,8 km de rambla de Algeciras que hay comprendidos entre la presa de igual nombre y su desembocadura en el río Guadalentín.
Aquí la rambla de Algeciras actúa de singular frontera en muchos aspectos. Para empezar, en el administrativo, porque el eje de su cauce es también límite entre los municipios de Alhama y Librilla. También frontera ambiental, pues la actividad que tiene la vida silvestre en el profundo surco que es la rambla es a menudo bastante diferente de la que sucede en sus inmediatas riberas, donde el uso agrícola condiciona mucho. Incluso fue una “frontera” social un tanto peculiar: relatan los más mayores de los vecinos municipios de Librilla y Alhama que servía de refugio para vigilar el tránsito de los mozos que desde Alhama se trasladaban a Librilla a buscar novia, especialmente durante las fiestas patronales de esta última población. Apostados en los márgenes de la rambla aguardaban el paso de los jóvenes alhameños para apedrearlos y así ahuyentarlos. Había que proteger el patrimonio “novial” librillano para que no se lo llevaran los “cucalas”.
Los Yesares
Hasta aquí y más allá llegó el mar Mediterráneo hace unos cuantos millones de años. Todo esto fue un fondo marino, hasta que se secó. Y como restos de aquella gran masa de mar y su salada agua sobre estos parajes, fruto de la desecación aparecieron los yesos y con ellos, lugares como este, los Yesares del Azaraque. Dicen los geólogos que son un pequeño afloramiento de un periodo geológico llamado Messiniense. O dicho de otra manera, de hace unos 7 millones de años, cuando el estrecho de Gibraltar se cerró y el Mediterráneo empezó a desecarse por evaporación. Es la época de las grandes formaciones de rocas evaporitas, es decir, de rocas salinas como los yesos. En nuestro caso se presentan como una curiosa discontinuidad geológica dentro de todo el conjunto de materiales sedimentarios procedentes de las vertientes de Espuña.
Este afloramiento está encadenado con otros 12 más que, en paralelo a la Carretera N-340 se extienden hasta las proximidades de la ciudad de Totana siguiendo el mismo trazado que la famosa Falla del Guadalentín. En el caso que nos ocupa, el paraje conocido como Los Yesares de Alhama de Murcia pertenece casi en su totalidad a una única parcela catastral y tiene una superficie aproximada de 36.000 m2. (unas 3,6 has.). Sus cotas oscilan entre 248 y los 273 metros de altitud sobre el nivel del mar. Tres aspectos subrayan el gran interés de este paraje: en primer lugar, la importancia geológica ya referida. En segundo lugar, estrechamente ligado a los materiales geológicos, los citados afloramientos de yesos dieron lugar a una explotación intensiva del área, a modo de cantera, para la obtención de yeso. Los topónimos como Canteras o Camino de las Yeseras eran ya conocidos en el Mapa del Instituto Geográfico y Estadístico realizado en 1899 y, posteriormente, se ha recogido en los Mapas Topográficos Nacionales actuales el término Los Yesares, tanto en el término de Alhama como de Totana. Estos últimos afloramientos yesosos que discurren en línea paralela a la falla del Guadalentín continuaron su aprovechamiento hasta mediados del siglo XX. Pero en concreto, la explotación de los yesos del término municipal de Alhama se realizó a partir del siglo XVIII y permaneció activa hasta finales del XIX, posiblemente porque la calidad del yeso ya era superada por el que se estaba extrayendo de otras zonas y por el agotamiento de la cantera.
Este aprovechamiento propició la construcción de numerosos hornos en la zona que forman un interesante paisaje histórico vinculado a un medio de vida y una actividad ya desaparecida y, por supuesto, interesante para nuestra historia más reciente. En el conjunto de hornos, más de una veintena, uno de ellos conserva toda la cúpula de piedras de yeso, pero el conjunto está continuamente amenazado por los vertidos incontrolados que en diversas ocasiones se han producido. La importancia histórica de este conjunto es muy significativa, especialmente porque no se conservan en todo el término municipal restos similares de tal entidad.
La ubicación de los hornos está directamente relacionada con la materia prima para la obtención de yeso, tal y como hemos descrito más atrás. Su construcción comenzaba sobre una base circular excavada en el suelo, sobre la cual se levanta un muro de piedra que podía ir revocado o no, generalmente con barro que hacía la función de ladrillo refractario. El muro de piedra se levantaba recto para después, cuando alcanzaba en torno a un metro más (o incluso algo más) y a partir de esa altura se utilizaba la piedra de yeso sirviendo de materia prima hasta su terminación en cúpula, disponiéndose por aproximación de hiladas. La piedra de yeso, en la parte superior, es la más gruesa con el fin de hacer más presión y dado que el calor de la combustión de la leña tiende a subir, recibiría las temperaturas más altas. Asimismo, en los pozos mejor conservados se puede apreciar un hueco en forma de puerta que era el acceso para, por una parte, introducir toda la piedra de yeso y en el centro de la misma colocar la leña que producía la combustión. Finalmente y transcurridas unas seis u ocho horas de cocción, la misma entrada servía para retirar los restos de la leña quemada y extraer la piedra de yeso cocida y blandeada para después desterronar, machacar y cribar. La función de tiro a modo de chimenea se realizaba a través de los huecos de las mismas piedras que formaban la cúpula.
El yeso de esta zona debía ser un yeso blando y la extracción debía realizarse a mano, es decir a pico, con lo cual no dejan de ser curiosas las grandes gargantas excavadas en la zona. En cuanto a la cronología de explotación la hemos concluido a finales del siglo XIX porque existen datos de que la primera yesera moderna que se hace en Alhama comienza a funcionar en la Rambla de la Cruz (actual de Dan Diego), a principios del siglo XX, aunque es de suponer que de manera puntual, todavía siguiera alguna actividad esporádica en la zona de Los Yesares.
Por último, el tercer aspecto que destaca el interés de la zona es el florístico. La vegetación de este tipo de terrenos forman la comunidad conocida como estepas yesosas y constituyen uno de los “hábitats de protección prioritaria” en la Directiva de Hábitats de la U.E. En ellos algunas especies de tomillos, jarillas y ononis, especialmente adaptadas a los yesos y, en consecuencia, exclusivas de este tipo de suelos, comparten territorio con algunos ejemplares de cornical (Periploca angustifolia), una especie incluida en el Catálogo Regional de Flora Silvestre Protegida de la Región de Murcia en la categoría de “vulnerable”. Se trata de una de nuestras especies más singulares, que distribuye por Murcia y Almería la mayoría de las poblaciones europeas. Además es una magnífica bioindicadora de territorios donde no se dan heladas.
Los Yesares están incluidos en el Catálogo de Protección Etnográfico con el grado de protección 1, por lo que no se permiten más obras que las de restauración y conservación.
Cabezo Bastida
Cabezo Bastida es otro pequeño hito forestal en el vasto paisaje de huerta situada a casi unos 2 km de distancia al suroeste del casco urbano de Alhama. Se trata de una pequeña elevación casi inapreciable de suelos de origen aluvial (suelos formados por millones de años de depósitos provocados por las ramblas Celada y Los Molinos a base de cantos rodados, gravas, arenas y limos). Actualmente alcanza una cota máxima de 201 metros de altitud y en su superficie, de poco más de 1,5 hectáreas, contiene una gran concentración de pino carrasco y ciprés de un singular porte y considerable antigüedad. La gran fertilidad del terreno, el trazado de caños y acequias y, en consecuencia, la cercanía de zonas de regadío, han favorecido un gran desarrollo de esta arboleda, lo que ha hecho posible que en la actualidad esté incluida en el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de Alhama de Murcia con la referencia GR-AZA-07.
Pinar del Masisquillo
En ocasiones dificultades un tanto ancestrales para meter las bestias a labrar por lo duro del terreno o por su baja calidad agrícola nos dejan legados ecosistémicos la mar de interesantes. Es el caso del “Pinar del Masiquillo”, un cacho de terreno aislado entre cultivos, pero cubierto de un denso arbolado y un importante matorral de bajo y mediano porte, a veces con algunos pastos. Documentada su existencia ya a mediados de los años 40 del siglo pasado, sobre un suave cerro de aparente “poca monta”, un tanto irregular por ser terreno ondulado, se conserva uno de los más interesantes retazos de pequeñas naturalezas casi marginales, pero muy valiosas. Cuando por ningún sitio de las inmediaciones hemos visto lechuza europea, cárabo común, gavilán, zorro, liebre o erizo común, resulta que vas y te los topas allí. No es llegar y verlos, pero observaciones continuadas de la fauna del lugar nos han dado algunas referencias cuando menos llamativas, como la del tejón, del que nos han referido su presencia aunque aún no la hemos podido confirmar.
Y es que cierto es que sobre un suelo aluvial en ocasiones margoso, pero también con abundantes costras calizas y arenas, se alza uno de los hitos paisajísticos forestales más bonitos de la gran penillanura que es todo el paraje de Las Cañadas. Un retazo de esos espacios que entre cañadas como la del Lentisco o la de Veas, hoy imbuidas por los grandes abancalamientos, quedaban libres de cultivos al albur de la naturaleza o del tránsito de ganados por la zona, o de ambas cosas. Así es como entre los 188 y los 218 metros de altitud se extiende una mancha de especial interés natural de casi 36 hectáreas de superficie, de las cuales unas 13 son de pinar y el resto de matorral.