Río Guadalentín, el río de fango
El otro río grande de la provincia, el Guadalentín, sigue siendo el Wad-al-littin (río de cieno o de fango) de entonces, comprendiéndose fácilmente lo que de su cuenca manifiesta Yakut al tratar de Lorca, que es comarca seca, sin más agua que la de las avenidas, como la tierra de Missr.
Abelardo Merino Alvarez
Geografía Histórica de la Provincia de Murcia
1915
Un río-rambla
Comarca seca y avenidas han sido continuos compañeros de viaje del río Guadalentín. Como prototipo de gran rambla mediterránea a la que se le otorga el calificativo de río, el Guadalentín ha recorrido la historia de este gran valle dejando continuas referencias de su potencia y sus catástrofes, de lo que en suma más se parece al comportamiento de los cauces subdesérticos de las tierras del norte de África.
Tradicionalmente se ha dicho que el Guadalentín tiene su nacimiento en el llamado "Estrecho de Puentes", allá donde se asienta el embalse del mismo nombre. Pero realmente los orígenes de este río están más arriba, en la provincia de Almería. Desde ésta vienen el Arroyo Caramel, cuyo nacimiento está al pie de la Sierra de María, y la Rambla Mayor, que tras unirse desembocan en el embalse de Valdeinfierno. Es en él donde tiene su origen el Río Luchena, una de las pocas corrientes continuas de agua de toda la cuenca del Guadalentín. En este lugar, el árido paisaje contrasta con belleza con las transparentes aguas que más abajo llenarán el embalse de Puentes.
A lo largo de sus 121 km. de longitud diversas e importantes ramblas actúan de tributarias del Guadalentín hasta que él hace lo propio sobre el Segura cerca de Torreagüera. Hablamos, pues, de las ramblas de Biznaga (con b o con v, según donde lo leas), Lébor, Salinas, Algeciras y Orón, entre otras. Unos 3.300 km2. de superficie total tiene toda la cuenca del Guadalentín, algo más de 10 veces la superficie del término municipal de Alhama.
Una historia de avenidas
De este "río de fango" diversas culturas a lo largo de la historia han sacado provecho y han sufrido su desboque. Fueron los árabes los que mejor acertaron a aprovechar las aguas del Guadalentín. De su presencia en Lorca en el siglo IX nos contaba el profesor Abelardo Merino en 1915[1]: "La prosperidad material acreció rapidamente. Si bien los hispano-romanos habían hecho plantaciones en los márgenes del río, los árabes del Missr, repartidos sobre ellas, introdujeron métodos mucho más perfeccionados... Alhaken II, al mismo tiempo que ordenaba el censo general de población en sus Estados, fomentaba la construcción de acequias y "albuheras" (lagos, pantanos y aljibes), debiendo ser ésta de las comarcas más beneficiadas por tal medida, ya que se conservan aún restos de tan viejas obras, así como de algunos canales de riego, ampliados y perfeccionados posteriormente".
[1] MERINO ÁLVAREZ, A. Geografía Histórica de la Provincia de Murcia. Ed. Academia Alfonso X El Sabio. Murcia, 1981
Las aguas del viejo Wad-al-littin aportaron riqueza a extensas zonas del campo de Lorca (donde aún se siguen utilizando para riego) y algunas parcelas de Totana. Pero el Guadalentín también aportó desgracias. La escasa cobertura vegetal de toda la cuenca y su naturaleza geológica (suelos muy sueltos) han hecho posible que a lo largo de la historia las lluvias torrenciales se convirtieran en muchas ocasiones en graves avenidas e inundaciones, que destruyeron importantes barrios de ciudades como Lorca, anegaron vegas como las de esta población, Totana, Alhama y Murcia, reventaron presas como la de Puentes y acabaron con varios cientos de vidas. La primera riada de la que se tienen referencias data del año 1568, que por sus terribles consecuencias se la conoció como "el diluvio". De similares características fueron las de 1802, 1879 (la famosa riada de Santa Teresa, en la cual circularon 1.744 m3/seg.) y la de 1973 (3.000 m3/seg.).
Curiosamente, estamos ante la cuenca que primero se reguló mediante la construcción de grandes presas. De hecho hasta el año 1788 el mayor embalse del país había sido el de Tibi, cuya capacidad de almacenaje ascendía hasta 3,7 hm3. En aquel año cerraban sus compuertas los de Valdeinfierno y Puentes, con 29,54 y 52,0 hm3. de capacidad respectivamente. Pero aquella regulación se hizo, no para contener las avenidas, sino para aprovechar las aguas de la parte alta de la cuenca para regar el campo de Lorca.
El viejo Wad-al-littin y su amplio valle, formado tras miles de años de aportes sedimentarios, configuraron también una de las más importantes vías de comunicación naturales entre Murcia y Andalucía, lo cual hizo posible el asentamiento de diversas culturas en los márgenes del mismo. Así surgieron Lorca, Aledo (y posteriormente Totana), Alhama y Librilla.
Un peculiar ecosistema entre saladares
Este ancho cauce forma un peculiar ecosistema con una flora y fauna características de las zonas húmedas, estrechamente vinculado al conjunto paisajístico de los saladares cercanos. No en vano, tanto el propio río Guadalentín como dos de sus cauces tributarios, rambla de Las Salinas y Quebrada de Beatriz, forman parte de las unidades ambientales que constituyen el Paisaje Protegido de los Saladares del Guadalentín.
El carrizo es el elemento vegetal dominante en estos cauces, sobre todo en los tramos de circulación y encharcamiento de aguas. Sosas y barrillas aparecen donde la salinidad del suelo más se acentúa, a menudo compartiendo territorio con formaciones de taray. La densidad del carrizal, e incluso la del matorral halófilo, fuerzan al taray a desplazarse hacia los márgenes del cauce, donde a veces, en la parte alta de la ribera, aparecen añosos ejemplares.
Dentro del cauce del río se han identificado hasta seis hábitats naturales de interés comunitario diferentes, entre los que destacan los albardinales halófilos con simpreviva y los pastizales de suelos salinos ubicados entre los matorrales de almarjo. Estos dos hábitats están considerados como prioritarios por la U.E. No menos importantes son los tarayales de suelos salinos, los citados almarjales (tanto de especies como Arthrocnemum macrostachyum o Halocnemum strobilaceum, como los de Sarcocornia fruticosa), las comunidades de barrilla o los matorrales de salao y morsana.
Estos hábitats naturales otorgan al río Guadalentín un elevado interés ambiental, acrecentado por la presencia de especies de aves acuáticas y rapaces, algunas muy escasas a nivel regional. Dentro del último grupo nos referiremos al aguilucho cenizo, una rapaz de mediano tamaño (del pico a la cola mide unos 44 cm. y su envergadura alar puede alcanzar los 115) que hasta hace poco años contaba con nueve parejas reproductoras mientras que en la actualidad es un visitante ocasional estival. Aunque nidificaba en el suelo entre el matorral de almarjos de los cercanos saladares, sus principales cacerías las realizaba (aún las realiza cuando nos visita) entre los carrizales del río Guadalentín. La roturación y la contaminación del río han influido en su paulatina desaparición como especie reproductora.
Otra singular especie en la zona, en esta ocasión del grupo de las aves acuáticas, es la cigüeñuela, escasa por su estrecha dependencia de las zonas húmedas, pero importante en el cauce del Guadalentín por ser este su principal área de reproducción. Así, por ejemplo, en el año 2000 nidificaron en las charcas del río entre 80 y 82 parejas, mientras que en ese mismo periodo sólo unas 12 lo hacían en las balsas de riego.
Con mayor o menor intensidad utilizan el cauce del río otras acuáticas como cerceta pardilla, polla de agua, focha común, zampullín, avetorillo común y garza real.
La carraca también es importante dentro de este cauce. Aunque esta preciosa especie estival utiliza como principal zona de reproducción los matorrales de saladar estepario, no desdeña los agujeros de los taludes del Guadalentín, donde se han llegado a estimar entre 35 y 40 parejas reproductoras. Allí realiza gran parte de sus capturas, sobre todo de insectos terrestres de mediano y gran tamaño y voladores lentos. Otro visitante veraniego que utiliza estos taludes es el llamativo abejaruco común.
Son también las márgenes del río, junto con el conjunto estepario de los Saladares, un lugar muy apetecido por la liebre y el conejo, valioso sustento, junto con ratas y ratones, para el zorro común.
Un cauce con problemas
Al río Guadalentín no le faltan los problemas. La contaminación es, con diferencia, el daño ambiental más grave que padece. Como consecuencia de ello la vegetación sumergida y las comunidades faunísticas asociadas han sufrido importantes pérdidas. Esto sin olvidar la trascendencia sanitaria que los vertidos de aguas residuales acarrean. La roturación de los márgenes y la continua desaparición de los saladares contribuyen negativamente en el aislamiento de la vegetación terrestre y la desaparición de especies de fauna. Luego está la sobreexplotación y descarga de los acuíferos del Guadalentín, que ha alterado el conjunto ambiental por la desaparición de manantiales y láminas superficiales de agua. Por último, la aún arraigada concepción de estos importantes ecosistemas como lugares marginales sigue convirtiéndoles en vertedero de escombros, basuras, cadáveres o lugares de competiciones motorizadas no autorizadas.
Un río protegido
Aparte de la normativa ambiental que recoge la vigente Ley de Aguas en cuanto a conservación de este tipo de ecosistemas, el tramo alhameño de este río está incluido en el Paisaje Protegido de los Saladares del Guadalentín, además de que es LIC y ZEPA. El Plan General Municipal de Ordenación (PGMO) de Alhama declara esta zona como suelo no urbanizable de protección específica (SNUPE).