LOS SIGLOS XVIII Y XIX: UN PERIODO DE CRECIMIENTO
A comienzos del siglo XVIII Alhama, como el resto del reino, vive una época de gran crecimiento. En los albores de este siglo y en plena guerra de sucesión española, Alhama era una villa agrícola con unos mil habitantes que, como el resto del reino murciano, estuvo del lado de los Borbones, llegando la Compañía de armas de la Villa a intervenir directamente en la defensa de Cartagena en el año 1703 y 1711, plaza amenazada por ingleses, holandeses y tropas imperiales. El Rey Felipe V de Borbón reconoció la fidelidad y servicios de las milicias alhameñas mediante carta dirigida al Concejo, Justicia y Regimiento de la Villa por la que agradece su fidelidad y servicios“..el celo que han manifestado Vuestras Mercedes en esta ocasión, con sus providencias de la mayor prontitud y disposición en que viniesen las milicias.....para que se hallen enterados Vuestras Mercedes de la gratitud en que queda el Rey...”
Estas ayudas de las milicias alhameñas encontrarían su recompensa en los años siguientes, durante los cuales se construyen o reedifican los principales edificios públicos conservados hasta la actualidad: el Ayuntamiento, la iglesia de San Lázaro, el Pósito o granero municipal, edificado por el Concejo, etc. Asimismo los propietarios más afortunados construyeron amplias casonas, como la "Casa de los Angostos", actual Centro Cultural "Plaza Vieja" o la "Casa de la Tercia", granero donde se recogían los impuestos en especie pertenecientes al Marqués de los Vélez.
Alhama también sufrió los ataques de los franceses durante la Guerra de la Independencia. En 1.810 de nada sirvieron las medidas extraordinarias de defensa de la Villa que fue saqueada e incendiado el Pósito Municipal y el Ayuntamiento.
La estrecha relación y adhesión del pueblo de Alhama a la Corona Real se manifestaría en octubre de 1862 con la visita de la Reina Isabel II a Murcia; a ella acudió una representación del Ayuntamiento de Alhama y le ofrecería los productos típicos de la villa “..tres clases de uva, encarnada, negra y blanca de la más exquisita, granadas y membrillos escogidos, pasa moscatel e higos pajareros secos.. todo ello presentado en fruteros guarecidos de paja de centeno con ramas pequeñas de madroño formando orla..” También en enero de 1875, el pueblo de Alhama da muestras de su adhesión al Rey D. Alfonso XII y por acuerdo plenario de 7 de enero de 1875, de forma unánime, se decide colocar en la fachada de la Casa Consistorial una placa con la inscripción PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN - VIVA ALFONSO XII.
En el siglo XVIII los pueblos del Reino de Murcia conocieron una nueva fase de prosperidad. El crecimiento económico lleva consigo la roturación de nuevas tierras, la reordenación urbana del espacio medieval con el crecimiento de las calles existentes desde la plaza vieja y con la apertura de otras nuevas. Se construyen espléndidos edificios públicos que, hoy día, constituye un importante legado histórico - artístico dentro del patrimonio alhameño: La Iglesia de San Lázaro, el Pósito Municipal, La Casa de la Tercia, el edificio del actual Centro Cultural Plaza Vieja y el Pósito Pío que debió desaparecer a mediados del siglo XIX.
La economía alhameña en los siglos XVIII y XIX es eminentemente agrícola. Las 18.382 hectáreas del término municipal se dedican: 6.127 a cereales, 2390 a olivos, 1.966 a viñedos y frutales; y el resto es de monte alto, bajo, lomas y eriales. La producción anual de cereales era de 79.000 hectolitros de trigo y 279.972 de cebada, cantidades que se dedicaban a la exportación en más de un 80 %. El cultivo principal y más rentable era la uva, con una producción anual de 9.360.000 kilogramos, exportándose a mercados de grandes ciudades como Madrid, París y Londres. El aceite también ocupaba un lugar importante, con una producción de 226.134 litros, dedicándose en su mayor parte a la exportación. Otros cultivos de interés eran: el nogal; las naranjas, con una producción de 980 cajas, pues estaba en los primeros años de introducción en el país, y en aquel momento con grandes perspectivas de futuro; y los higos, con una producción de 3.710.068 kilogramos, sumados los de higuera y los chumbos, ambos destinados a la exportación.
El carbón vegetal también constituía una importante fuente de riqueza y se vendía a los pueblos de la provincia, con una producción que ocupaba unos 60 carruajes de transporte continuamente.
A finales del XIX ya se conocían en Alhama varias minas de metales que no eran explotadas a pleno rendimiento por falta de medios económicos y dificultades para el transporte de los productos a las fábricas o puertos inmediatos.
Todos los datos mencionados corresponden a un informe que realiza el Ayuntamiento, sobre la situación económica de la villa en 1877, con motivo del proyecto de construcción de la línea de ferrocarril Murcia-Aguilas para justificar la necesidad de su paso por Alhama. Esta línea se inauguró el 28 de marzo de 1.885.
La recuperación económica del siglo XVIII tiene su reflejo en la población con un gran crecimiento. En 1.717 Alhama contaba con 1.244 habitantes y al finalizar el siglo había triplicado su población, llegando a los 4.028 habitantes. El mayor incremento corresponde a la primera mitad del siglo, pues en la segunda hay una cierta ralentización.
En el siglo XIX hay un crecimiento moderado pero constante, llegando a 7.203 habitantes en 1887. Las tasas de mortalidad son muy altas, sobre todo las infantiles, debido a las deficiencias higiénicas y alimenticias, así como a los numerosos brotes de epidemias de tifus, cólera, viruela, etc. Entre las epidemias más conocidas del siglo se encuentra la de cólera de 1885, tema central del libro El ventorrillo del rojo de D. José Cebrían Sánchez, donde narra las experiencias de los médicos de Alhama en el tratamiento de esta enfermedad. Murcia fue una de las provincias más afectadas de España, padeciendo la enfermedad 5.014 habitantes de los que fallecieron 2.098. En Alhama murieron 314 habitantes en 1.885, de los cuales la mitad fueron motivados por la epidemia de cólera. A pesar de esto no fue la más grave del siglo, pues en 1.810 se produjo una de fiebre amarilla con la muerte de 1.500 habitantes, cifra que según Cebrían, parece exagerada.
En este período los “autos de buen gobierno” rigen el municipio. Son una serie de normas que dictaba el Concejo para regular la vida social, económica, religiosa y todo tipo de costumbres de los vecinos, constituyendo el equivalente a las actuales ordenanzas municipales. Las ordenanzas más antiguas que se conservan en el Archivo Municipal corresponden a 1699, y posteriormente se realizan los de 1705, siendo alcalde D. Salvador Segura Teruel, los cuales regulan las actividades agrícolas y ganaderas, así como el funcionamiento y abastecimiento de la carnicería pública, junto a otros aspectos de la vida ciudadana..
Entre los años 1705 y 1779 se dictaron y publicaron 26 autos, aunque cada uno de ellos es una copia de los anteriores modificando algunos artículos e introduciendo otros, con el propósito de dar respuestas a las necesidades de una organización social cada vez más compleja. Con el paso de los años “los autos de buen gobierno” se irán haciendo más extensos y completos, al mismo ritmo que crece y se hace más compleja la sociedad alhameña.
Especial interés merece el legado histórico artístico del siglo XVIII que, conservado hoy día constituye la representación más evidente de ese pasado. La ruta cultural comienza en la Iglesia de San Lázaro, cuyos antecedentes son un templo bajo la protección de San Lázaro que, en el siglo XIV, constituiría un centro de peregrinación por el carácter milagroso y curativo de su titular. En 1525, sabemos que el Marqués de los Vélez, Señor de Alhama, interviene económicamente en la Iglesia de San Lázaro destinando a la misma la venta de las hierbas de sus posesiones de Torreblanca. A través de los libros de fábrica, conservados en el Archivo Parroquial, conocemos con detalle la construcción religiosa del siglo XVIII sobre la Iglesia existente. En 1701 se comienza a realizar la Capilla Mayor Nueva y la construcción del crucero, acelerándose el ritmo de los trabajos entre los años 1728 y 1730. En 1747 finaliza la obra de la portada barroca sobre fondo de sillares y compuesta de dos cuerpos. El planteamiento de la portada, sobre fondo de sillares, resalta un primer cuerpo con dos pilastras de orden toscano, situadas a ambos lados de la puerta y sobre las que se dispone un arquitrabe liso y un friso adornado de flores y angelotes. El segundo cuerpo está flanqueado por dos piezas a modo de flameros y entre motivos florales contiene en su centro el anagrama de María, sobre el que se sitúa la hornacina con la imagen de Ntra. Sra. de Gracia.
Tanto la sacristía nueva, obra de Lorenzo Alonso, realizada dentro de los esquemas neoclásicos, como la Capilla de la Comunión que realizó el arquitecto murciano D. Salvador Gonzálvez Ros siguiendo el trazado de Alonso, constituyen dos de los elementos más interesantes del conjunto religioso.
La Ermita de la Concepción también se reedificará con los planteamientos arquitectónicos y artísticos del barroco murciano que serán comunes a la Iglesia de San Lázaro, es decir, la nave única cubierta con bóveda de lunetos y capillas comunicadas entre sí. El empleo del ladrillo se reduce fundamentalmente al exterior, apareciendo en el recerco de puertas y ventanas.
Otros edificios de este período, vinculados a la actividad económica agraria del XVIII, son el fiel exponente de la llamada “arquitectura del grano”: la Casa de la Tercia, el Pósito Municipal y el Pósito Pío.
La Casa de la Tercia, granero del Marqués de Villafranca y los Vélez, se conserva en la calle Larga. Es un edificio de planta cuadrada y se halla estructurado en torno a cuatro pilares que ocupan el espacio central cubierto por nueve tramos con bóveda de crucería. En la fachada principal, sobre la puerta, se conserva el escudo del marquesado rodeado del Toisón de Oro.
El Pósito Municipal, ubicado en la calle de F. Cerón Cava, está documentado desde el siglo XVI, aunque la construcción conservada es del siglo XVIII, con la típica arquitectura de ladrillo y tramos enlucidos de mampostería. Su función era la de regular el comercio de cereales, mediante el préstamo de los mismos, para la siembra en períodos de carestías y escasez, evitando así las especulaciones. Con la misma función debió nacer el desaparecido Pósito Pío, situado en la calle Valeros y fundado por el Cardenal Belluga y que estaba situado en la calle Valeros que, con su carácter benéfico-social, atendía a los campesinos más pobres, evitando la usura rural de los terratenientes.
En el siglo XIX la construcción más importante corresponde al moderno Hotel Balneario, realizado en los años 1847-48 por el arquitecto D. José Berenguer, que dotaba a la población de unas modernas instalaciones de Baño y lujosos salones donde se desarrolló una gran vida social hasta mediados de los años treinta. Constaba de tres plantas y sótano. En éste, se ubicaban las salas de Baños con cuatro habitaciones individuales y una doble que, a finales del siglo XIX, se ampliarían hasta doce pilas ubicadas en la planta baja, donde también se hallaba la administración y las habitaciones destinadas a enfermos impedidos; la planta primera albergaba la dirección facultativa, varias habitaciones, salón de reuniones y comedor; y en la última planta se disponían otra serie de habitaciones para las clases sociales más modestas. Hay que hacer mención que hacia 1877 los visitantes de los Baños de Alhama eran de unos 900 a 1000 bañistas anuales, con lo que el moderno establecimiento gozaba desde su construcción del máximo auge y esplendor.
Otras obras de entidad se llevaron a cabo en el Ayuntamiento (Antiguo edificio del Sindicato) donde en los años 1834-35, se remodeló el archivo, la secretaría, la nueva cárcel de mujeres y la carnicería. También se reconstruyó el Pósito Real, todo ello siendo alcalde mayor D. Antonio Blasco.
A mediados del siglo XIX, coincidiendo con el auge del Balneario, Alhama recibe una gran afluencia de visitantes que lleva a plantear al Ayuntamiento la necesidad de colocar alumbrado público. Este alumbrado se colocó en las calles principales, proponiéndose su instalación a los vecinos en 1858 por una comisión del Ayuntamiento, ya que éste carece de medios económicos y entre todos acuerdan el número de faroles y su colocación. El 19 de enero de 1858 se adquieren 22 faroles, pagados por los vecinos más pudientes, cuya colocación se realizará en las calles: Corredera, Larga, Plaza de la Concepción, Ingeniero Cerón, Moreras, Sepulcro (hoy Sánchez Vivancos), Gil y Olmos (hoy La Feria). En 1868 se comienza a utilizar el aceite mineral y en 1882 se utilizó el petróleo como combustible para los 34 faroles existentes, pasando a 51 en 1892. Un mejor funcionamiento del servicio tuvo lugar en 1904, con la creación de la Sociedad Anónima “Eléctrica Alhameña” que, utilizando las aguas del río Espuña, colocaría en el casco urbano de Alhama 50 luces de 10 bujías en 1.907.
En relación a las fiestas patronales de nuestro pueblo, añadir también que es en 1895 según un acuerdo del Ayuntamiento cuando se decide establecer feria con motivo de las fiestas civico-religiosas de Ntra. Sra. del Rosario y se designa la calle de los Olmos o el Paseo de las Acacias el sitio para la colocación de las casetas y la Plaza de la Concepción y el camino viejo del Ral para la feria de todo tipo de ganados
Durante el siglo XIX, como en otros periodos de la historia, Alhama sería cuna de notables personajes que alcanzaron gran relevancia en la vida pública y que gozaron de reconocimiento regional y nacional. Entre ellos cabe citar al Ingeniero de Montes D. Salvador Cerón Martínez, nacido en 1825 y autor de varios libros de botánica; el matemático D. Bernardino Sánchez Vidal, nacido en 1829, publicó varios libros de Álgebra y Trigonometría; D. Simón García y García, nacido en 1831 y doctor en filosofía y letras y derecho, autor de varios libros; D. Roque Sánchez Jabaloy que nació en 1872, fue militar de profesión, escritor, juez de Alhama, director de la Banda de Música, Fundador del Circulo Instructivo del Obrero y Alcalde de la Villa; D. Manuel Daza Gómez, nacido en 1853 y que inventó el llamado Toxpiro, por el que se interesó el entonces Ministro de la Guerra General Azcárraga; D. Acisclo Díaz Rocher, nacido en 1839, Director de la Banda de Música de la Misericordia, y desde 1833 dirigió la Orquesta del Teatro Romea; D. Manuel García Díaz, General de Brigada del Cuerpo de Ingenieros, nacido en 1867, tomaría parte en las campañas de Cuba y África con varias condecoraciones en su haber; D. Lorenzo Rubio Sánchez nacido en 1878 e iniciador de una industria del calzado que haría mejorar la situación económica de muchos alhameños... y un largo etc.